Con las provisiones casi agotadas, algunos quisieron regresar. En lugar de ello, trabajaron más duro y crearon un enclave.
«Hay un lugar aquí donde quería vivir, así que vinimos y abrimos parte de él», dijo Wilhelm Thiessen, un agricultor.Hoy, siete años después, el conjunto de granjas es una colonia floreciente, Wanderland, hogar de aproximadamente 150 familias, una iglesia -que hace las veces de escuela- e instalaciones para el procesamiento de queso.
Es uno de una serie de asentamientos menonitas que han echado raíces en el Amazonas, convirtiendo el bosque en granjas prósperas, pero también generando preocupación entre los ambientalistas sobre la deforestación de una selva amenazada por industrias como la ganadería y la minería ilegal de oro.
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