Por primera vez, los científicos pudieron grabar en 2014 el extraño ruido que resonaba en torno a la Fosa de las Marianas, que alcanza unos 11.000 metros de profundidad. Los misteriosos sonidos, de unos 3,5 segundos de duración, variaban en frecuencia de 30 a 8.000 hercios, culminando en un estridente final ‘metálico’.
En 2016, los investigadores conjeturaron que ese sonido podría ser emitido por ballenas marinas, pero esto mismo los desconcertó enormemente, ya que no coincidía con los gritos de ninguna especie conocida. En un nuevo estudio publicado en la revista Frontiers in Marine Science, los científicos han conseguido por fin demostrar que esa compleja vocalización es un sonido no documentado hasta el momento, producido por las ballenas de Bryde.
¿Qué han descubierto?
Los investigadores sospecharon que las ballenas de esa especie en particular estaban detrás del ‘biotwang’ cuando avistaron 10 ejemplares cerca de las islas Marianas, a lo largo de 2018, y grabaron a nueve de ellos emitiendo el característico sonido. Para confirmar la sospecha, analizaron miles de horas de grabaciones de audio, realizadas a lo largo de más de 10 años por estaciones de monitoreo en todo el archipiélago de las Marianas y sus alrededores, que contenían una variedad de sonidos oceánicos.
A continuación, relacionaron la aparición de los sonidos con las rutas migratorias de las especies, utilizando IA para convertir los biosonidos en imágenes conocidas como espectrogramas, que podían distinguirse fácilmente de otros ruidos mediante un algoritmo de aprendizaje automático.
El estudio también demostró que el ‘biotwang’ solo puede oírse en el Pacífico noroccidental, a pesar de que las ballenas de Bryde habitan en una zona mucho más amplia, lo que sugiere que sólo una determinada población de ballenas emite este sonido. Además, aún no está claro qué significa y por qué suena de forma tan inusual.
«Es posible que utilicen el ‘biotwang’ como llamada de contacto, una especie de ‘Marco Polo’ del océano», declaró a Popular Science Ann Allen, autora principal del estudio y oceanógrafa del Centro de Ciencias Pesqueras de las Islas del Pacífico, adscrito a la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA) de EE.UU. «Pero necesitamos más información antes de poder asegurarlo», añadió.
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