Cuando se difundieron imágenes de la bandera tricolor rusa ondeando en la sede de la administración de Vuhledar –ciudad minera que antes de la guerra tenía 14 mil habitantes, evacuados casi todos, salvo 107 vecinos que se negaron a abandonar sus casas semidestruidas–, llegó la confirmación oficial de una noticia que se esperaba de un momento a otro desde el momento en que los combates se empezaron a librar calle a calle hace unos días.
Para el mando militar ruso, se produjo la “liberación” de Vuhledar, al precio de causar “innumerables bajas al enemigo en efectivos y armamento”; para su contraparte ucrania, se “autorizó la maniobra de retirar las unidades para preservar el personal y el equipo de combate para tomar posiciones de cara a sucesivas acciones”, en tanto las tropas rusas “sufrieron incontables bajas”.
El ejército ruso, que tiene superioridad en efectivos y armamento, consiguió con la conquista de Vuhledar su victoria táctica más importante en Donietsk desde febrero pasado, cuando consumó la toma de Avdiivka, que a su vez fue el más sonado éxito desde el fin de la batalla por Bakhmut en mayo de 2023.
La pérdida de Vuhledar para las tropas ucranias, en opinión de expertos, “no es una catástrofe, si bien podría tener consecuencias a largo plazo” (Yuri Fiodorov) ni “va a generar cambios serios en los frentes de combate” (Kiril Mijailov) e incluso “aunque tarde, es lo mejor que podía hacer el mando ucranio ante el riesgo inminente de que sus tropas quedaran rodeadas” (Nikolai Mitrojin).
Según otros analistas, “no tenía sentido aferrarse a defender un bastión más simbólico que necesario a partir de las líneas fortificadas que existen al norte de Vuhledar y lo más importante es que lograron retirar a tiempo sus unidades” (David Sharp).
Todos coinciden en que la importancia estratégica de Vuhledar, situado en terreno elevado que permitía tener en la mira una vasto territorio, se debía a que desde ahí se podía atacar con artillería la vía férrea Donietsk-Volnovaja-Mariupol que usa Rusia para los suministros a sus tropas en Zaporiyia.
En ese sentido, apunta Roman Svitan, coronel retirado del ejército ucranio, la pérdida de Vuhledar “es una derrota seria para Ucrania” porque ahora el corredor terrestre hacia Zaporiyia y, de ahí, a Jersón y Crimea se podrá alcanzar sólo con proyectiles costosos y poco numerosos de los sistemas (estadunidenses) Himars”.
El bloguero militar Aleksandr Kots, que publica sus despachos en el diario ruso Komsomolskaya Pravda, considera un “gran triunfo” la toma de Vuhledar porque, dice, “era la última ciudad de Ucrania en el sur de Donietsk, de la cual dependía toda la defensa ucrania de esa zona”.
En desacuerdo con quienes exageran la importancia de Vuhledar, el canal Rybar, cercano a un grupo de la inteligencia militar rusa pero crítico con el Estado Mayor del ejército, ironizó: “Resulta que Konstiantinovka, Dobropolie, Pokrovsk, Selidovo, Kurajovo, así como Kramatorsk y Sloviansk con sus suburbios industriales, no son zonas fortificadas. ¡Tomarlas es pan comido!”.
Todo apunta a que el ejército ruso tratará de avanzar hacia la frontera entre Donietsk y Zaporiyia, defendida por el bastión ucranio de Velika Novosilka, estiman los estudiosos de los frentes de combate, pero no creen que esto pudiera suceder antes de que empiece, a más tardar dentro de un mes, la llamada rasputitsa (el fango que por esta época del año producen las lluvias al mezclarse con la nieve).
Aunque Rusia lleva meses intentando “liberar” Kurajovo, Selidovo y Pokrovsk, centrando sus ataques en Toretsk, Chasiv Yar y otros sectores de los respectivos frentes, los especialistas tampoco creen factible que pronto pudiera haber una gran ofensiva rusa contra la aglomeración urbana de Kramatorsk, Sloviansk y los alrededores de ambas ciudades, debido a que tendrían que avanzar decenas de kilómetros en terreno abierto, lo que convierte a los tanques, carros blindados y otros vehículos pesados en blanco fácil para la artillería y los drones.
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