Barnier, quien se reunió previamente con sus futuros aliados de centro y derecha, presentó a Macron «un gobierno listo para actuar al servicio de los franceses», anunció su oficina.
En Francia, donde el presidente comparte el poder Ejecutivo con el gobierno, le corresponde al mandatario nombrar, «a propuesta del primer ministro», a los miembros del gabinete. Según la oficina de Barnier, el nombramiento oficial tendrá lugar «antes del domingo», tras comprobarse incompatibilidades.
Pese a que la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular (NFP) ganó sin mayoría las elecciones legislativas anticipadas en junio, Macron designó el 5 de septiembre como primer ministro a Barnier, al entender que tenía más opciones de superar una moción de censura.
Tras el rechazo del NFP a apoyarlo, Barnier buscó formar gobierno con la alianza centroderechista de Macron y con su partido conservador Los Republicanos (LR).
La supervivencia del nuevo gobierno dependerá de que la ultraderecha no apoye una eventual moción de censura.
Gabriel Attal, ex primer ministro macronista, informó a sus diputados que el gobierno «paritario» de Barnier contaría con 16 ministros principales, diez de ellos de la alianza del presidente, tres de LR y uno de izquierda (pero no del NFP), según un resumen de la reunión.
Entre los nombres propuestos por Barnier, el actual ministro de Defensa, el centroderechista Sébastien Lecornu, seguiría en el cargo, y el centrista Jean-Noël Barrot ascendería de secretario de Estado para Europa a canciller, según varias fuentes.
LR, partido otrora gobernante y actualmente en horas bajas, obtendría el codiciado ministerio del Interior para su líder en el Senado, Bruno Retailleau, defensor de una línea dura en materia migratoria, según fuentes del partido.
Las negociaciones han estado marcadas por la tensión en la recta final, entre otros motivos por el reparto de cargos entre los partidos, máxime cuando la alianza de Macron cuenta con 166 de los 577 diputados y LR con solo 47.
Los macronistas también se opondrían a una subida de impuestos para paliar, según dijo Barnier, «la muy grave situación fiscal» de Francia, cuyo déficit y deuda públicos superan los límites fijados por las normas de la Unión Europea.
En su comunicado, el jefe de gobierno indicó que sus objetivos son, entre otros, «garantizar la seguridad, controlar la inmigración», «controlar las finanzas públicas y reducir la deuda ecológica», así como «mejorar la vida de los franceses».
Barnier indicó durante la reunión que no se plantea una «subida de impuestos a las clases medias y a los franceses que trabajan», aclaró Attal a sus diputados.
El tiempo apremia. El gobierno ya se retrasó en la presentación al Parlamento de su proyecto de presupuestos para 2025, un momento clave para confirmar si reúne los apoyos necesarios entre los parlamentarios para poder gobernar.
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